“El amor por la lectura es algo que se aprende, pero no se enseña. De la misma forma, nadie puede obligarnos a enamorarnos, nadie puede obligarnos a amar a un libro. Son cosas que ocurren por razones misteriosas, pero de lo que sí estoy convencido es, que a cada uno de nosotros hay un libro que nos espera. En algún lugar de la biblioteca hay una página que ha sido escrita para nosotros”. -Alberto Manguel (1948).
El libre ejercicio de la voluntad
es lo que nos puede impulsar a leer. Es ese mismo ejercicio de libertad que nos
encamina a seleccionar buenas lecturas. La lectura tiene ese encanto que permite
al lector recorrer los rincones más íntimos
del escritor quien, a su vez, desnuda su
propia alma y la expone con sus defectos y virtudes.
Cuando se encuentran ambas
voluntades, la del escritor que quiere expresar lo mejor de su mundo y la del
lector que desea descubrir nuevas betas de pensamiento, se desata una fuerza
indescriptible que unifica lo inmediato con lo remoto y promueve una energía causante
de crecimiento personal que difícilmente se puede detener.
Existe una estrecha relación
entre la buena lectura y el desarrollo integral del ser humano. Los
estudiantes que disfrutan la lectura suelen obtener mejores calificaciones; los
profesionales que dedican tiempo a la lectura, exhiben un mejor dominio del
lenguaje que aquellos colegas que no leen, o leen muy poco.
Ahora bien, hay que ser
selectivos a la hora de escoger lo que vamos a leer. Hay buenos libros y hay
libros que no valen el papel en que están impresos. También hay libros muy
buenos, de esos que uno puede leer repetidas veces (aunque nadie lo admita
públicamente). Solo falta que se saque un cita para el encuentro íntimo entre
el lector y su libro.
Imagen: www.Pexels.com
Comentarios
Publicar un comentario